COMISARIADO 2020

HABLAMOS CON LAS AUTORAS

CLAUDIA MALLART Y ALBA CROS

Podríamos definir nuestra narrativa como líquida. No puede tener una forma sólida e inamovible ya que cada pieza es única y requiere unos pilares diferentes. Nos apasiona todo lo que cambia, todo lo que se contradice, todo lo que se escurre por los rincones más inimaginables. Por ello la narrativa es algo vivo, que está en constante movimiento y se adapta a lo que podamos sentir a la hora de capturar: es una liquidez que viene dada por el momento. Deviniendo nosotras mismas unas espectadoras más durante el proceso de enmarcar, recoger, mirar, observar y capturar lo que nos apasiona.


Las cosas más cercanas y las más simples a menudo son las más bonitas. Por ello, encontramos nuestro imaginario en la transmisión oral y popular. Estas historias y vivencias que viajan a través del recuerdos y de la familia. El imaginario popular que se genera de persona a persona, de generación en generación y que aporta este papel de recoger la memoria colectiva para transmitirla y hacer conocimiento y entretenimiento.

Nos gusta escuchar el presente y observar nuestro entorno en su día a día, desde una perspectiva amplia a una perspectiva muy concreta. Se trata de absorber todo lo que nos pueda pasar, que se pueda sentir y que se pueda vivir. De esta mezcla de sensaciones y emociones nace una pieza. Una expresión que busca su universalidad y empatía con quien la ve y la disfruta.

La ternura me hacía de agua y dentro del agua había todo lo que huía y no sé por qué y no sé qué eran aquellas madrugadas porque no hay palabras. No. No hay palabras … deberían hacerse.


“La mort i la primavera- Mercè Rodoreda”